La guitarra que os traigo hoy es muy especial para mí. Se trata de una imitación de Fender Statocaster, basada en el modelo de los primeros años 70. Con la pala ancha y el tornillo del alma en forma de bala, pero con la placa del mástil de 4 tornillos.
La marca es Cimar y este es uno de tantos instrumentos fabricados en Japón entre el 75 y el 78, según los catálogos de la época. Esta gente hizo en su día algunos instrumentos para Ibanez… ¿o fue al revés?, ¿fue en la famosa fábrica de Fujigen? La verdad que los registros son confusos y la información en internet es contradictoria. Es impresionante la mitología que se genera constantemente en torno al mundo de la guitarra. Seguro que ya os habréis dado cuenta.
Hechos constatados
Lo que sí sabemos, es que mi tío compró esta guitarra a mediados de los años 80, usada. Ya de origen era una guitarra económica. Aunque él no lo recuerda exactamente, el precio no debió ser nada desorbitado.
Durante muchos años fue su único instrumento. En algún punto, harto de la inestabilidad de afinación de la guitarra (si las Fender originales se desafinan, imaginaos las copias), acudió a un lutier para intentar solucionar este problema que le traía de cabeza. Ambos acordaron retirar el puente flotante, rellenar ese hueco del cuerpo con madera y colocar un puente fijo con carga de cuerdas superior (top load). Para rizar el rizo, sustituyó la cejuela original, presumiblemente de plástico, por una de grafito. Lo mismo que los retenes de cuerdas en la pala (string trees).
Los años pasaron, y su querido sobrino pequeño (¡servidor!) fue creciendo hasta convertirse en un tierno e infumable adolescente (como todos, en realidad). Un buen día llegué a casa totalmente hechizado por la guitarra de un amigo que este me había enseñado. Así que empecé, infatigable, a darles la brasa día y noche a mis padres: quierounaguitarra quierounaguitarra, quierounaguitarra, quierounaguitarra, quierounaguitarra, quierounaguitarra, quierounaguitarra quierounaguitarra, quierounaguitarra, quierounaguitarra, quierounaguitarra, quierounaguitarra…
Como buenos padres, obviamente, pasaron de mí. Nunca me he considerado un hijo especialmente pedigüeño, más bien todo lo contrario. Pero por algún motivo me obsesionaba la idea de aprender a tocar la guitarra… y me empleé a fondo para conseguir una. El día que todo esto llegó a oídos de mi tío, no dudó ni un momento: con todo el cariño y la generosidad que siempre le han caracterizado me cedió el que había sido su primer y único instrumento durante años.
Primer encuentro
Aún recuerdo claramente el mágico momento en que abrí la caja de cartón donde estaba guardada. El olor, el tacto, las formas redondeadas… ¡para mí era como un artefacto totalmente esotérico! Aprendí el Smoke on the Water con esta guitarra y mucho, mucho más. En esos días yo no sabía nada sobre ajustes de altura u octavación, ni pedales, ni amplis. Ni mucho menos sobre material vintage. No tenía ni idea de lo que tenía entre manos, excepto que las cuerdas de ese viejo y encantador instrumento me resultaban durísimas y me lesionaba las yemas de los dedos. Además tenía el color más aburrido que había visto jamás en una guitarra (sí, amigos, la imagen del todopoderoso Hendrix en Woodstock con su Strato blanca no llegó a mi hasta años más tarde). Pero de cualquier manera, yo la tocaba día y noche.
Estuvimos juntos unos cuatro años en los que pocas veces nos separábamos. ¡Bendita época escolar, cuando podía practicar ocho horas seguidas diariamente! Mis padres, con el tiempo, acabaron dándose cuenta de que la cosa iba en serio (mejor tocando la guitarra que no endrogándome por las calles) y me regalaron una guitarra nueva: una Samick SG imitación del modelo de Gibson de los años 60. Pastillas humbucker, ligera y comodísima de tocar. Otro planeta, vaya.
…Llegó la separación
Así que, con mi flamante nueva guitarra en ristre, acabé devolviéndole la Strato a mi tío. Infinita gratitud de por vida, por supuesto. En esos días, él ya había comprado otra guitarra (una Samick Les Paul) así que nuestra pobre amiga pasó a deambular durante los siguientes largos años por diferentes lugares, a veces un poco maltratada, la mayoría de las veces ignorada.
Con el paso del tiempo, diferentes guitarras llegaron y se marcharon de mi vida. Tras flirtear varios años con las Ibanez RG, mis gustos se fueron enfocando de nuevo a las Stratocaster. De vez en cuando tenía la oportunidad de encontrarme con ella y la tocaba brevemente. Seguía siendo incómoda de tocar, pero ya empezaba a tener mi ojo entrenado para reconocer el porqué. El mástil estaba fuera de ajuste, los trastes desgastados y llenos de óxido y el puente mal posicionado por aquel lutier, que no permitía un correcto ajuste de quintaje.
Un años más tarde, en uno de esos encuentros fortuitos, pasé un largo rato con ella. Ese día algo cambió. Ya no era tan sumamente incómoda de tocar, pese a sus cuerdas totalmente oxidadas por el abandono. Y además, el tono Stratocaster, de repente, ¡estaba allí!
Obviamente, la guitarra seguía siendo la misma, pero mis manos, mis oídos y yo, habíamos, por fín, madurado.
Desde ese día he querido recuperarla e invertir tiempo y algo de dinero en restaurarla… pero siempre tenía demasiadas guitarras y muy poco tiempo para hacerles caso a todas… ya sabéis a qué me refiero. Pero la idea ha permanecido siempre en mi cabeza.
El reencuentro
Y como todo llega al que sabe esperar, este verano sucedió. 22 años después de nuestro primer encuentro nos volvimos a hallar cara a cara para, esta vez, saldar esa antigua deuda. Ella cambió mi vida y ahora yo quería cambiar la suya.
Y después del plomizo relato de la historia de mi primera guitarra, vamos con lo que realmente nos interesa: la transformación, el cómo y el porqué.
Como os habréis fijado, para el título de este artículo he escogido la palabra remozar, en lugar de restaurar. La guitarra, de origen, tenía ya sus limitaciones. Por eso mi intención fue no solo devolverle su estado original, sino también mejorarla para convertirla en un instrumento totalmente usable.
Planificando la estrategia
Lo primero que quería devolverle era su puente flotante. Ya sé que existen modelos de Stratocaster con el puente fijo, y que también hay que quererlas… pero una Stratocaster debe tener un puente flotante. En mi opinión es el 50% de la gracia de esta guitarra.
El trémolo original se perdió en la noche de los tiempos, así que tuve que comprar uno nuevo. En mi experiencia, no existe ningún trémolo vintage para Stratocaster que supere al Gotoh Vintage GTC-101TS. Es imbatible en tono, precio y fidelidad al diseño original. De hecho, sospecho que es el mismo que usa Fender en sus guitarras. Este es el modelo con bloque de acero que aporta el auténtico sonido de las Stratocaster antiguas. No es la primera vez que utilizo este puente, así que sé de lo que hablo.
¡A por ello!
Desmontamos la guitarra al completo para descubrir el hueco del puente cegado con madera y resina epoxi que permitió instalar el puente fijo. ¿Cuál es la mejor manera de vaciarlo? Pues con una fresadora y mucho cuidado. Tanto cuidado que no pude sacar fotos de este proceso… ¡y eso que lo hizo un amigo con más experiencia que yo con esa herramienta! Hizo primero un agujero con una broca en medio de la madera. Esto le permitió introducir la fresa y desde ahí, eliminando todo lo que no fuese madera del cuerpo. Rematamos con la lija de tambor de la Dremel.
No iba a ser todo tan fácil
Presentamos el puente en su posición y nos damos cuenta de que los agujeros originales del cuerpo no nos coinciden. Esta diferencia en las medidas era de esperar, dado que se trata de una copia. Tendremos que taparlos y hacerlos de nuevo con las medidas correctas. Para ello nos vamos a servir de una varilla de madera. La ajustamos al ancho del hueco lijándola un poco, rellenamos el agujero con cola Titebond e introducimos la varilla. Dejamos que fragüe 24 horas y después cortamos y lijamos para nivelarlo completamente.
Instalando el nuevo puente
Hora de posicionar el puente de nuevo. Colocaremos cinta de carrocero para poder trazar las líneas sobre el cuerpo. Estas nos servirán de guía para alinearlo correctamente. Marcaremos esas líneas usando una regla de un metro colocada a cada lado del mástil. Ajustaremos el centro del puente entre ellas.
La colocación del puente debe hacerse de manera muy precisa o la guitarra no afinará ni quintará correctamente. Además correremos el peligro de que las cuerdas 1 y 6 se salgan por el borde del diapasón.
Sobre la posición, para cualquier puente, es la siguiente: mide la distancia desde el borde interior de la cejuela hasta la cima de traste 12. Ahí ya tendremos la mitad de la escala total, así que desde ese punto, mide en dirección al puente y márcalo. Ahora, lleva las selletas del puente lo más adelante que puedas y colócalo para que coincida la marca que has hecho con el punto donde la cuerda apoyará en la selleta. A esta distancia de más que añadimos se le llama compensación.
Con estas dos medidas ya podemos colocar el puente correctamente en ambos ejes.
Desmontamos el tremolo por completo para usar su base como guía para taladrar los nuevos agujeros de los tornillos. Una vez colocada en su posición, la aseguramos con cinta para que no se mueva mientras trabajamos con ella. Como siempre, usamos una broca del grosor de la espiga interior del tornillo.
¿Todo en orden?
Una vez hechos todos, volvemos a montar el puente y lo instalamos en la guitarra. Montamos las dos cuerdas exteriores para comprobar el alineamiento.
Comprobamos que el bloque del trémolo no choque en su movimiento contra las paredes del hueco que hemos abierto. Retocamos ligeramente con la Dremel donde sea necesario.
Seguimos con un par de reparaciones: una grieta en el talón del mástil que solucionamos con Titebond y 24 horas de presión con una sargenta y, por otro lado, la clásica de los botones de la correa, la cual expliqué en su día aquí.
Trabajando el mástil
El siguiente cambio estructural y más importante era, como imaginaréis, los trastes. Tras 40 años de servicio ya podían jubilarse. Podéis ver el proceso en este artículo que publiqué recientemente. Me llegué a plantear cambiar también el radio de diapasón de 7,25” y hacerlo un poco más plano y moderno. Finalmente decidí respetar su sabor vintage, con la salvedad de colocarle unos trastes un poco más altos (medium jumbo) que los originales. Con ello conseguiremos mayor sustain, una pulsación más suave y que las cuerdas no se apaguen al hacer un bending. Lo mejor de los dos mundos.
Sobre las clavijas de afinación decidí dejar las originales. Pese a su sencillez cumplen bastante bien con su cometido. Recordad el primer mandamiento del técnico: si funciona, ¡no lo toques!
Ya he comentado que la cejuela era de grafito, lo cual no está nada mal. Se trata de un material de baja fricción y que por tanto mejora la estabilidad de afinación. El problema es que al colocar trastes nuevos más altos esta cejuela ya no nos va a servir ya que las cuerdas chocarían con ellos. Le tallaremos una de hueso a medida como ya os conté en este otro artículo. Respecto a los retenes de cuerdas también le colocaremos unos de mariposa, más acorde a la estética de la Fender original.
Cambio de look
Como ya he dicho en la introducción, una de las cosas que más odiaba de esta guitarra era su aburrido color blanco. En la edad adulta, todos somos el resultado de nuestros traumas de la niñez, por lo que necesitaba verla de otro color. Decidí que ya era hora de tomarme la revancha. Durante los primeros años aprendiendo a tocar, me pasaba las largas tardes de verano en la casa del pueblo de mis abuelos escuchando los vinilos de mi tío (¡menudo legado!), leyendo los créditos, mirando las fotos y tratando de sacar los fraseos de guitarra que escuchaba. Entre esas fotos, me encantaban las de Ritchie Blackmore con su Stratocaster ´70 negra en el interior del disco Deep Purple In Concert. Puestos a cambiarla de color, no podía ser otro más que este.
Aquí podéis ver el proceso completo de cambio de color. El retirar la gruesísima capa de pintura blanca nos reveló un cuerpo de caoba de dos piezas (tres, en realidad, pero la última es muy muy pequeña, completando uno de los bordes) lo cual explica en gran medida el tremendo peso de esta guitarra. Como ya sabréis la mayoría, la caoba no es una de las maderas tradicionales que haya empleado Fender en la fabricación de la Stratocaster.
La pintura elegida para vestirla de nuevo fue nitrocelulosa. Aunque he reparado varias guitarras con este acabado, nunca he poseído ninguna, así que en ese punto no podía opinar en el eterno debate entre nitro vs poli. Pero sabía que, si quería mejorarla, y cabía la posibilidad de que la pintura pudiese marcar una diferencia, tenía que elegir la pintura que mejor permite respirar y vibrar libremente a la madera, y esta es la nitro.
Replicando la marca original
Al decapar el mástil perdimos el logo original. En previsión de que podría pasar, le tomé unas fotos antes, con una regla para que quedase constancia de las medidas. Mandé un e-mail con toda esa información a Guitar Decals pidiéndoles una réplica y, muy amablemente, me respondieron enseguida con el precio y plazo de entrega. Al cabo de pocos días lo recibí y era absolutamente igual que el original.
Si queréis saber cómo instalar un calco, aquí tenéis también un artículo donde hablo de ello.
La parte electrónica
Ya tenemos listo el puente, el mástil y el cuerpo, así que nos falta la electrónica, de la que aún no he hablado.
Como ya he comentado, las medidas de esta guitarra son ligeramente diferentes a las estándar. Me encontré con que el puente, al ser un poco más ancho que el original provocaba que las cuerdas quedasen mal alineadas respecto a los polos de las pastillas.
Además, quería añadirle un conmutador de 5 posiciones (el original es de 3) para aprovechar al máximo las características tonales de la Strato y el tamaño de este también era diferente, lo que significaba modificar el golpeador de manera chapucera para acomodar uno nuevo…
Demasiados problemas en una electrónica de por sí un poco enclenque, así que decidí sanear y ponerlo todo nuevo: golpeador blanco de tres capas, conmutador CRL de 5 posiciones, potenciómentros CTS de 250 K y condensador Orange Drop de 47uF.
Como modificación especial he dejado el primer potenciómetro de tono actuando sobre la pastilla de mástil y el segundo sobre la de puente. Esta combinación es la que mejor me funciona.
Tapé los agujeros del golpeador antiguo en el cuerpo con palillos de dientes y cola a fin de poder hacer los agujeros para el nuevo.
Pastillas dignas de una Strato cuarentona
Durante años he probado muchas pastillas simples: Fender Pure Vintage 65, Custom Shop 69, Seymour Duncan SSL1 y SSL5, Dimarzio Virtual Vintage y Areas varias… y de largo, me quedo con las Fender Pure Vintage 56. Son las más naturales y dinámicas que he probado. Estas pastillas me hicieron mirar con otros ojos a las pastillas de baja salida y desde entonces no quiero otras.
Como Fender sigue en su mundo de subir todos los años los precios de sus productos, a estas alturas las PV56 se me salían un poco del presupuesto. Así que buscando pastillas de ese estilo me topé con la marca ToneRider y su modelo Pure Vintage (el mismo nombre, sí señor). En los foros la gente habla maravillas de estas pastillas diseñadas en Australia y fabricadas en China. Dado que el precio del juego completo de 3 pastillas es prácticamente el mismo que el de una sola de ellas de las marcas famosas, decidí correr el riesgo y probarlas.
Ensamblando todo de nuevo
Una vez tenía todas las piezas preparadas, solo me quedaba juntarlas. Así que aquí está el resultado:
¿Qué os parece el resultado? Para mi gusto, el cambio ha sido espectacular. Respecto a los hechos objetivos debo decir que con los trastes nuevos es muchísimo más cómoda de tocar. El ajuste de quintaje es por fin correcto y la altura de cuerdas más que aceptable para tratarse de un instrumento con radio de diapasón 7,25”.
Sonidos
Respecto a los hechos subjetivos como es el sonido… pues prefiero que juzguéis vosotros mismos. Aquí os dejo un vídeo para que podáis escuchar si una copia de Stratocaster de 40 años con atípico cuerpo de caoba y pastillas económicas fabricadas en China, suena legítima.
Acerca de la nitro…
Otro hecho subjetivo que esta vez sí que voy a comentar es la pintura nitro. Cuando tocas, tanto acordes como notas sueltas, se puede sentir, de manera muy notable, el cuerpo de la guitarra vibrando contra tu cuerpo. Esto pasaba antes también dependiendo de qué zona tocases y la fuerza con la que atacases las cuerdas, pero ahora de manera mucho más evidente. Esto es algo que estoy experimentando con los dos instrumentos de maderas macizas que he repintado en nitro. ¿Mejora el acabado nitro el tono de la madera? Sinceramente, creo que el anterior lo empeoraba bastante. Si algún día repintáis una guitarra que conozcáis totalmente en nitro (no las que venden los grandes fabricantes que a menudo suelen llevar acabados híbridos para asegurar su durabilidad durante los primeros años de garantía), seguro que salís de dudas.
La parte objetiva de la nitro es que es increíblemente delicada, así que tendréis que cuidarla especialmente o entenderéis enseguida de qué va eso del acabado relic.
Terminado el trabajo, llega la mejor parte: ¡el reencuentro!
-¡Pero bueno, cuánto tiempo! ¿Qué tal?
-Mejor que nunca, y tú ¿qué has hecho en estos últimos 22 años?
-¡Menudo cambio de look! ¡Estás estupenda!
-Tú, sin embargo tienes menos pelo… ¿y esa cicatriz?
-Vamos nena, te voy a enseñar algunos trucos que he aprendido en estos años…
-¡No me seas fantasma, por favor!
-…
Gracias a tí por el tiempo de mostrar las reparaciones y arreglos que haces. Eres todo un artista.
Un saludo!
Hola! Qué buen cambio! yo tenía una Cort copia de Strato en blanco hueso que pasó a ser crema pastelera, porque se desteñía con el sol. La vendí hace tiempo porque me pase a una Gibson SG Standard. Pero la echo de menos. Fue mi primera guitarra y le tenía cariño. Pero en casa solo me dejan tener una. Jeje.
Me ha faltado que pusieras la opinión de tu tío. Seguro que alguna lagrimita le sacaste con el remozo.
Enhorabuena, porque el trabajo es ingente.
Saludos!
Hola! Muchas gracias! La verdad que ha sido un trabajazo, pero el resultado ha merecido la pena. De repente ha pasado al top de mis guitarras favoritas… Suena de muerte y además, aunque uses la palanca a lo bestia, no se desafina! Estoy deseando tener un ratín para hacer un vídeo y compartir con todos el resultado. Mi tío, como buen manchego, es parco en palabras, pero estoy seguro de que está alucinado 😉