Existe un refrán que dice que todo se pega, menos lo hermoso. Está claro que los españoles somos expertos en sabiduría popular basada en la mala leche. Pero, aunque no esté totalmente de acuerdo con esta frase, como bien dice otro refrán: cuando el río suena, agua lleva.
Si hablamos de refranes y, por ende, de clichés y generalizaciones, debo decir que siempre me ha dado mucha rabia esa absurda idea, extendida dentro y fuera de nuestro país, de que los españoles somos vagos, perezoso o poco productivos. Mi experiencia trabajando en el extranjero siempre me ha demostrado todo lo contrario. Somos buenos, bonitos, y, sobre todo y lamentablemente, baratos. De hecho, muchos mitos se me han caído trabajando con muchos de nuestros vecinos europeos.
Por algún motivo, esa enfermiza sociedad que es la estadounidense, importadores supremos de la llamada cultura occidental, nos han conseguido colar su filosofía del ultracapitalismo, la súper productividad y, sobre todo, la autoexplotación. Esta última, particularmente perversa, ya que ni siquiera se necesita de un capataz arreándote con un látigo de siete colas. Ya te arreas tú mismo.
La primera vez que escuché el termino workaholic no daba crédito. ¿En serio? Si pienso en todos las trabajadoras y trabajadores del mundo, en los sectores primarios y esenciales, que paradójicamente son, en el mejor de los casos y por usar un eufemismo, los más precarios, para quienes el trabajo y la explotación no es una opción, el concepto que define la adicción al trabajo me parece, cuanto menos, una abominación. De su prima la meritocracia, ya mejor hablemos otro día.
Creo que existe una línea cada vez más fina entre la pasión, la búsqueda de la excelencia en tu profesión y la autoexplotación. La vida no debería consistir en un resignado día de la marmota donde quemar tu existencia en el altar del proyecto vital de otros (quienes, por lo general, no suelen quemar la suya). Y creo de verdad que esta cultura de tener que estar produciendo constantemente (lo que sea) nos la han implantado durante generaciones a base de mensajes en la escuela, el cine, la TV, publicidad, las redes sociales, charlas TED o mierdas de Mr. Wonderful, en una versión remozada y supervitaminada de los valores del capitalismo: “El trabajo dignifica”. Para mí, más bien: “El trabajo os hará libres”. Ya lo dijo Vicente Blasco Ibáñez en La Catedral: “El trabajo es un mal necesario”.
Y así, cada vez conozco a más gente sometida a una explotación, tanto ajena como propia, como la que nunca hubiese predicho años atrás. Gente que vive en un pico de trabajo constante, y no sabe ni quiere poner límites. Siempre con la esperanza de un futuro mejor que nunca llega.
Un amigo me contó que, a raíz de ver una película llamada Di que sí, en la que el protagonista decide aceptar de manera sistemática todas las propuestas que se le van presentando, decidió aplicarlo a sí mismo, por ver qué ocurría. Ahora es una de esas personas que apenas tiene tiempo para aquello que se conoce como vivir. Entró en una espiral de la que le resulta muy difícil salir.
Su ejemplo me parece paradigmático porque, pese a que no me considero un adicto al trabajo (gracias también a que mi media mandarina, disfrutona por excelencia, me para los pies), me noto, desde hace ya tiempo, una cierta incapacidad para decir que no a lo que me proponen pese a que en ocasiones, claramente, no me interese. Hay algo inoculado en mi cerebro, inflamado por una ansiedad que se muerde la cola y azuzado por unas insanas autoexigencias, que me obliga a aceptarlo con una sonrisa. No sé quién ha puesto eso ahí, pero seguro que no he sido yo. Luego, más tarde llegan las inseguridades y los autoreproches por el poco respeto que tengo hacia mí mismo, por no imponerme en mis principios. Tengo claros los conceptos, pero soy impotente a mis impulsos.
Creo que si no somos conscientes de que la vida debería ser algo más que producir como locos y a todas horas, no solo nos perderemos lo mejor que tiene estar vivo, como individuos y como sociedad, para mayor gloria de otros… sino que, además, también seremos cómplices de ir de cabeza al famoso colapso. Y ahí sí que tendremos tarea por delante. Así que, por favor, un poquito de relax. Empezando por mí mismo.
Y así, llegamos a cómo acepte con una sonrisa un trabajo que no me interesaba para nada.
El puente tipo Floyd Rose
Qué le vamos a hacer. Los guitarristas que tenemos una cierta edad, reconocemos el Floyd Rose como el vibrato definitivo. Estabilidad en la afinación a prueba de bombas. Los luthieres de cierta edad también hemos sufrido el Floyd Rose. Un sistema tan estable como terriblemente tedioso en su ajuste.
Entiendo, Steve Vai, que cuando empezaste a hacer fuegos artificiales con tu guitarra, necesitabas la herramienta más fiable que pudieses encontrar. Que se mantuviese en condiciones óptimas tras todas las piruetas musicales y corporales que solías interpretar cada noche. Entiendo también que el tema del ajuste, te diese igual: total, no las ajustabas tú. Entiendo que por una razón estética y de coherencia histórica, tus instrumentos signature de Ibanez los sigan llevando a día de hoy.
Lo que ya no entiendo es por qué, alguien que no es Steve Vai, quiere instalar un dispositivo que pesa un montón, que tiene un Tone Block ridículo, que es un infierno para cambiar cuerdas, octavar y afinar, y para el que, además, hay que cajear enormemente la guitarra de forma irreversible.
Desde que aparecieron los diseños de Wilkinson aplicados al clásico vibrato de Stratocaster, estos le han ido comiendo terreno al Floyd Rose. Pero es que, además, ahora tenemos el Vega Trem, casi tan sencillo como el puente clásico de Fender, y además con la estabilidad y recorrido del Floyd Rose. Y de regalo, se instala sin ninguna modificación extra en el instrumento. ¡Boom! Bienvenidos al siglo XXI.
El capricho
-Entonces, entre dos sistemas de vibrato que cuestan prácticamente lo mismo, pero uno se ajusta fácil y te ahorras hacer el hueco de una piscina olímpica en tu guitarra, con el peligro que ello conlleva, ¿por qué eliges el de las desventajas?
-Pues por pura estética. Mola mogollón.
-¡Pero si es que, encima es un mamotreto feo de coj****!
-Hombre, sobre gustos, no hay nada escrito.
-Ay…
Y así, amigos, es como en contra de toda lógica, me vi instalando un Floyd Rose en una guitarra tipo Stratocaster. Para ser justos, debo decir que intenté quitarle la idea a Álvaro con toda mi argumentación y retórica. No sirvió de nada.
El capricho tiene delito
Pero Álvaro es duro de pelar. Tiene las ideas muy claras. Firme. Sabe que es un capricho sin mucho sentido, pero también, que los caprichos tienen, la mayoría de las veces, esa cualidad. También es un tipo estupendo, agradable, amable, entusiasta y considerado. ¿Quién puede decirle que no?
Álvaro me trajo dos guitarras. Una era una Fender Stratocaster modificada con un golpeador tortoise que llevaba instalado un set de pastillas bastante cañero en configuración HSS. La otra era una SX tipo Stratocaster, a la que un dueño anterior la había transformado en un tributo a la Black Strat de David Gilmour. La idea de Álvaro era la de restaurar su Fender a una configuración más clásica, en la que le colocamos un set SSS de Tonerider y con las que está contentísimo, y a la SX, la que nos ocupa hoy, instalarle el golpeador HSS y un Floyd Rose.
Es decir, invertir una pasta descomunal en una guitarra de poco más de 100€, no solo por el precio del puente, sino también por el coste de la instalación de este. Lo más lógico hubiera sido, bien instalarle un Vega Trem, o bien comprar una Stratocaster con un Floyd Rose (o similar con licencia FR) ya instalado de fábrica.
Pero como acabamos de decir, los caprichos son así. Las leyes de la lógica no funcionan en estos reinos.
Los retos
Instalar un Floyd Rose no es simplemente quitar un puente y poner otro. Como comentaba antes, hay que cajear un gran hueco en el cuerpo. Para ello necesitaremos hacer una plantilla. También debemos comprobar que el cuerpo tenga el grosor estándar de 45 mm (las Squier, por ejemplo, suelen ser más estrechas y eso provoca que el tone block sobresalga del cuerpo). Y, por supuesto, que tengamos madera de sobra para instalar la cejuela mordaza.
Manos a la obra
La plantilla
Lamentablemente no existe una plantilla que encaje perfectamente para todas las versiones de Floyd Rose. El que vamos a instalar es su versión de la marca Gotoh, y en estas cosas, siempre hay variaciones, así que no tenemos más remedio que empezar a hacer la plantilla una vez que tengamos el puente en la mano.
Todo comienza trazando un eje (que hacemos coincidir con la línea entre las selletas de las cuerdas 3 y 4) sobre una placa de DM y, sobre las medidas exteriores del FR, dejar una holgura por cada lado de entre 1 y 2 mm, para que se mueva con libertad y no tropiece en su movimiento. Nada complicado aunque entretenido.
Elaboramos la plantilla con la ayuda del taladro y la sierra de calar, y rematamos con la fresadora.
Fresando el cuerpo
Obviamente, debemos retirar el puente antiguo, aunque no sin antes marcar la línea del final de la escala. Esto nos ayudará a posicionar el FR y que luego podamos ajustar la octavación.
Después trazamos el eje del mástil, algo fundamental para alinear el FR correctamente y que las cuerdas exteriores no se salgan del diapasón.
Existe una diferencia de tamaño del hueco del tone block del FR con respecto del vintage clásico de Stratocaster. Necesitaremos ensancharlo para que el FR pueda asentar perfectamente sobre el cuerpo y podamos posicionarlo en su lugar exacto sin que tropiece.
¿Con qué profundidades vamos a trabajar? Pues como cada modelo de FR es ligeramente diferente, es difícil de decir con precisión. Yo usé esta imagen que encontré como guía y luego fui haciendo pequeños retoques para adaptarlo al Gotoh. Que los huecos sean lo más anchos posibles para que el puente se mueva con libertad, pero sin pasarse.
Hecho esto, colocamos el FR en su lugar definitivo y, para comprobar la alineación, colocamos unos hilos en el lugar de las cuerdas 1 y 6. Como veis, estas no caen exactamente sobre sus polos correspondientes en la pastilla del puente. Es normal. Para corregir esto se inventaron las pastillas denominadas F-Spaced. Aun así, es algo casi más estético que apreciable en cuestión de sonido.
Ya que el FR apoya sobre dos gruesos tornillos (lo cual implica retirar un montón de madera), vamos a hacer esos agujeros lo primero. Si lo hacemos después de fresar el hueco, debilitaríamos esa área, corriendo el riesgo de que al meter la broca, se agrietase la zona, arruinando por completo el trabajo y el cuerpo.
Vamos poco a poco, comenzando con las brocas más finas de que disponemos, hasta la más gruesa que corresponda (en nuestro caso, de 10). El agujero debe ir siempre perfectamente perpendicular al cuerpo.
De nuevo, con una broca fina, comunicaremos el agujero inferior con la cavidad de la electrónica, pues debemos pasar un hilo de masa. Este hará contacto por presión con el inserto del tornillo en que pivota el FR. En el otro extremo soldamos a la masa general. Esto permitirá unir por contacto todo el conjunto de puente, cuerdas y afinadores, a masa.
Hecho esto, ya podemos comenzar a fresar el hueco del FR. Comenzamos vaciando, como siempre, con brocas, para ponérselo lo más fácil posible a la fresadora. Luego alineamos y sujetamos bien con cinta de doble cara la plantilla que fabricamos.
Después de esto, ya podemos colocar los insertos de los pivotes del FR. Les aplicaremos un poco de cera para lubricarlos y que entren mejor. Lo hacemos con cuidado, con un martillo de cabeza de fibra y un mártir.
Colocamos el puente, presentamos el golpeador y comprobamos que el alineamiento sea correcto.
Como podéis ver en la siguiente foto, el golpeador se monta sobre los nuevos pivotes del puente. Por ello, debemos recortarlo para adaptarlo al nuevo hueco. Para que el trabajo sea lo más fino posible, usaremos la fresadora y, de nuevo, nuestra plantilla.
Lo montamos todo y comprobamos que queda alineado, y que el FR se mueve con libertad en ambas direcciones.
El peliagudo asunto de la cejuela
Aunque hemos visto muchas Fender Stratocaster con FR, el diseño de su pala no facilita la instalación de la mordaza. Esta se coloca en el lugar que ocupa la cejuela original, siendo necesario fresar un hueco para asentarla. Huelga decir, que el corte ha de hacerse desde el borde interior hacia la pala, porque de hacerlo al revés estaríamos cambiando la longitud de la escala. Pero nos encontramos con que el diseño clásico de Fender dispone de poca madera en este lugar… no digamos ya algunas de sus imitaciones.
En un primer momento pensé que una buena solución era conseguir una mordaza del sistema Khaler, que va montada en la pala, tras la cejuela, y no es necesario fresar nada. Pero, por un lado, me parecía carísima y, por otro, aún más antiestética que la que ya teníamos. Por eso decidí hacer una buena base en la que la mordaza del FR apoyase completamente.
Para ello, empecé copiando el perfil de la pala, para luego tallar a mano una pieza de arce que encajase justo en el hueco.
Marcamos el lugar donde va a ir colocada, y retiramos cuidadosamente el barniz de esa área, ya que necesitaremos encolar nuestra pieza.
Y la encolamos con Titebond.
Ahora ya sí, con la fresadora, podemos realizar el corte para asentar la mordaza. Tomaremos como referencia la altura de los trastes para hallar la profundidad del hueco.
Si nos pasamos de profundidad, Gotoh adjunta unas láminas de latón de diferente grosor para calzar la cejuela y dejarla a una altura óptima. Conseguida esta, fijaremos la mordaza con los dos tornillos incluidos.
El siguiente paso es el acabado. Buscamos un tinte lo más parecido al original, y barnizamos ligeramente la pieza. Dado su acabado relic cualquier pequeña diferencia quedará perfectamente disimulada.
Instalamos también el retainer, bien centrado.
Ajustes de última hora
Debido al escaso grosor del mástil, el FR quedaba demasiado hundido en el cuerpo, provocando que el tone block nos pinche en la barriga. Para solucionar esto, elevamos el mástil en plano con una pieza de fresno en el neck pocket. Esto nos permitió subir todo el conjunto a una altura ideal.
También tuvimos que volver a tapar los agujeros de la garra con espiga de montaje y volver a hacerlos para colocarlos en su lugar correctamente, pues como podéis ver, los habían hecho un poco torcidos. En fin… cosas de la producción de guitarras baratas.
Ya solo nos queda montarlo todo, ajustarlo y… ¡a tocar!
Conclusión
Otro reto conseguido. Bravo, tío ansias. Has conseguido aplacar los nervios por el momento. ¿Seremos ahora por fin capaces de tomar las riendas de nuestra vida, mirar las cosas con pragmatismo y actuar en consecuencia? Pues no lo creo, pero como se suele decir, el primer paso para superar un problema, es reconocerlo.
¡Hasta la próxima aventura, yonkis del serrín!
Tengo pendiente colocar un Floyd a mi nueva guitarra que estoy construyendo, y ha coincidido que el puente que voy a colocar es el mismo modelo que has utilizado. Así que tu trabajo me va a venir de lujo. Muchas gracias por compartirlo.
Muchas gracias! Me alegro mucho de que te resulte útil, ese es el objetivo de esta web.
Abrazos grandes!
Javi
He llegado aquí buscando información para instalar un Floyd en una guitarra que estoy haciendo, y cuando he empezado a leer creí que me había equivocado, me dije “¿Pero esto que cojones es? Esto no va de guitarras… ”
Aún así continúe leyendo y me ha encantado tu reflexión. Y estoy totalmente de acuerdo. Con eso de lo de el culto al trabajo y al dinero estamos ajilipollados (perdón por el tecnicismo)
No recuerdo exactamente las palabras de José Luis San Pedro en una entrevista, pero dijo algo así como que “el dinero no debería ser un objetivo en la vida, sino solo un medio más para intentar conseguir tu objetivo”.
Bueno, mi objetivo era poner un Floyd Rose en la guitarra que estoy construyendo, pero después de leer este reportaje, he reflexionado y decidido que no lo voy a poner. Me he dado cuenta que estoy buscando soluciones para un problema que no tengo.
Pues nada, a parte de eso solo quería decir que me encantado el reportaje, las buenas fotos y los comentarios. Muy entretenido, muy bien explicado, muy didáctico todo.
Es la primera vez que visitó esta página pero poco a poco iré leyendo el resto de trabajos
Un saludo
Muchas gracias
Agus
Muchas gracias por tus comentarios! Siempre me pregunto si alguien lee las introducciones no guitarriles de los artículos… Pero bueno, es mi pequeña cuota del derecho a la pataleta XD jajaja! No está mal repensarse de vez en cuando, para distinguir nuestras legítimas necesidades de las necesidades inducidas por otros. Y totalmente de acuerdo con José Luis Sampedro. Un Grande. Espero que sigas disfrutando del resto de artículos de la web.
Abrazos!
Maravilloso trabajo!!!!
Solo falta añadir la sonrisa que se le pone al dueño cada vez que se cuelga la guitarra.
Un abrazo grande y mucho Rock and Roll!!!!!!
😉
Es un gusto ver los trabajos tuyos amigo. Saludos desde Chile.
Muchas gracias! Abrazos para todos los hermanos de América Latina!