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Creando a Doppelgänger #9

Creando a Doppelgänger #9

Nos creemos, por lo general, muy listos. Muy dignos. En posesión de la razón. Tenemos un gran concepto de nosotros mismos. O, al menos, disponemos de una gran batería de razones para explicar o excusar nuestros comportamientos, presentes, pero sobre todo, pasados. Obviamente, esta sensación es una auténtica farsa, pero oiga, cada uno resuelve sus disonancias cognitivas como puede. Por eso, para recordarnos nuestra imperfección como perfectos humanos que somos, de vez en cuando conviene recordar de dónde venimos (paliativo natural frente a la incertidumbre del: ¿a dónde vamos?). Para bien y para mal, el pasado es una fuerza poderosa, en ocasiones un obstinado chicle en el zapato. Es por eso que si no se encuentra atado y bien atado tiene la molesta costumbre de asomar el hocico ocasionalmente.

Podría hablar de los traumas de mi niñez, pero dada la temática de esta web, en esta ocasión me voy a centrar solo en los guitarreros.

Mi primera guitarra fue esta Stratocaster. Y aunque el enamoramiento con las Telecaster sigue vigente, la Strato fue para mí, durante décadas, el instrumento definitivo. Tanto su receta original como en sus diferentes versiones modernas.

Sí, yo también atravesé una época en que me dio por las Ibanez RG. Tuve unas cuantas, que compraba de segunda mano, ponía a punto y vendía. A mi edad madura ya no tengo problema en sacudirme esos prejuicios que mis amigos grungeros noventeros me colgaron en su día. Ahora puedo decir sin tapujos que son instrumentos increíblemente cómodos, lo cual expande un horizonte técnico sin precedentes una vez que te acostumbras a las medidas de sus mástiles, y que disponen de unos tonos que, aunque no sean del agrado de todo el mundo, son cien veces más bonitos que los que cualquier fundamentalista de Fender o Gibson está dispuesto a admitir. Obviamente son instrumentos muy encasillados en géneros musicales muy concretos: también hemos hablado ya de esta era del postureo en que estamos inmersos.

Gracias a esa época de cacharrear con esos instrumentos, fui dándome cuenta de lo que podría ser una receta mágica que aunase las mejores virtudes de los instrumentos antiguos y modernos. Condiciones que reunidas en un instrumento, lo convirtiesen en la herramienta favorita. Y lo conseguí durante una buena época con estas dos Partscasters, tras años de intercambiar (muuuchas) piezas. Luego aparecieron las Telecaster en mi vida, y todo se fue al garete, para bien, claro.

Tras años de negación, era inevitable que el pasado reapareciese en algún momento, me mirase a los ojos y me dijese: a ti que ahora solo hablas de single coils y P90, durante años, te recuerdo que te molaron las humbuckers y hacer el Steve Vai, acuérdate. Tanto conocimiento y trabajo (y dinero) invertido, ¿por qué perderlo? Ahora que construyo mis propias guitarras, no podía evitar dar vida a una con todos esos conceptos que tanto tiempo me llevó testar y reunir.

Y así, amigos, ¡llegamos a la Doppelgänger #9! La idea era hacer una Stratocaster con todo el regustillo de guitarra vintage que caracteriza a las Doppelgänger, pero que permitiese adentrarse en territorios más modernos. Clásica y moderna a la vez, como el vermú.

Inspiración

El concepto de coger una guitarra futurista (quizá hoy ya no tanto, pero en su día lo fue) como la Stratocaster y usarla como plataforma para hacerla más moderna aún, no es nuevo. De hecho, todo lo contrario. Por supuesto que no fue el primero, pero obviamente quién marcó el camino en este sentido fue Eddie Van Halen con su Frankenstrat, una Stratocaster modificada a su gusto con todas las cosas que necesitaba, y ninguna de las que no. Todo el resto de shredders de la época fueron de cabeza tras él. Gente como Wayne Charvel ya venían haciendo piezas y guitarras modernizadas años antes, pero desde luego, si alguien ayudó a popularizar el concepto, ese fue el simpático Eddie.

Hoy está casi todo el camino andado. Tenemos ejemplos por todas partes, sin embargo, hacer un instrumento con los conceptos clásicos y modernos en equilibrio no es nada fácil. La mayoría suelen ser bien máquinas modernas cuya forma, únicamente, recuerda a la Stratocaster, o bien Stratocaster clásicas cuya única concesión a la modernidad es una humbucker en el puente.

A lo largo del artículo iré desgranando cuales fueron mis elecciones a la hora de construir este instrumento, buscando acercarme al máximo a ese equilibrio.

Marca de la casa

La construcción de la Doppelgänger #5 marcó un hito para mí, tanto como luthier y como músico. No tengo palabras para describir la conexión que siento con ese instrumento. Es como tocar “casa”. Desde entonces no he parado de buscar maderas antiguas para construir más guitarras maravillosas. El cuerpo de esta guitarra no podía ser menos. Próximamente os contaré más sobre el origen de las maderas que usé en esta ocasión. De momento, comentar que fueron transformadas de una viga de álamo, de una antigua casa derribada en un pueblecito de El Bierzo. Maderas centenarias.

Manos a la obra

El cuerpo

Como os contaba vamos a emplear un tablero de 3 piezas de álamo con cientos de años para construir nuestra Stratocaster. Si bien es cierto que las maderas tradicionales con que se han construido las Stratocaster son fresno y aliso, no es menos cierto que no han sido las únicas. El álamo ha sido otra, como también el tilo, la caoba, el palorrosa o rarezas como sasafrás (como la famosa Stratocaster 54 de Eric Johnson) y quién sabe qué otras especies más. Fender, como gran corporación capitalista que es, se ha fijado siempre más en los precios de la madera que en sus mágicas propiedades tonales. De discutir esto último ya se encargan los fans, a sangre y fuego, en foros y redes sociales…

El álamo es una madera que ya he empleado con interesantes resultados aquí.

Usaremos nuestras nuevas plantillas de metacrilato para marcar, primero el eje, y después el contorno. En este paso ya empiezo a emocionarme.

Esta vez, antes de cortar la silueta en bruto como otras veces, vamos a aprovechar todo el tablero para que la plantilla apoye de manera más estable, y vamos a hacer primero los huecos del mástil y la electrónica.

cajeado cuerpo stratocaster
huecos cuerpo stratocaster
hueco muelles stratocaster
fresando huecos stratocaster
plantilla cuerpo stratocaster

Vaciados los huecos, ya podemos cortar en bruto el contorno con la sierra de cinta.

cortando cuerpo stratocaster
cuerpo stratocaster alamo

Con la plantilla y la fresadora, afinamos los contornos.

 

perfilando cuerpo stratocaster
fresadora mesa stratocaster

Con la lija de tambor, los dejamos perfectos.

Marcamos, y con la escofina, moldeamos los rebajes del brazo y la barriga, fundamentales para aumentar el confort a la hora de acoplar el instrumento a nuestro cuerpo.

rebaje barriga stratocaster
rebaje brazo stratocaster
rebaje brazo escofina strato
rebaje barriga strato escofina

Y con una fresa de 1/2” redondeamos los cantos. Los terminamos a mano con lija.

Y así, construimos un bonito cuerpo de Stratocaster con un peso de 1,899 kg. Nada mal para ser álamo.

Tapamos algunos pequeños nudos con goma laca, como ya hicimos aquí.

Un pequeño descuido

Al redondear los cantos, cometimos el error de ir demasiado lejos y que la fresa entrase en la zona del talón del neck pocket donde no debía, retirando madera en un lugar que hacía que, al colocar la placa del mástil, una esquina quedase volada, al aire. Así que tuve que corregirlo saneando la zona y añadiendo una pequeña pieza de madera con la forma correcta.

reparación talon stratocaster
reparacion talón alamo

Otro cambio más

Como veis, el cuerpo está cajeado para 3 single coils. Más tarde decidí que, definitivamente, si quería añadir ese punto moderno, una humbucker en el puente era imprescindible, así que tuve que hacerlo a posteriori. Con una plantilla y nuestra fiel fresadora, solucionamos nuestro cambio de parecer en cuestión de minutos.

Ahora sí que estoy emocionado. Esas vetas me vuelven loco. Ha quedado precioso.

Para aquellos que tengáis Instagram, en mi perfil, en la sección de Stories destacadas podéis ver algunos vídeos del proceso de construcción del cuerpo.

 

Si os fijais en las fotos, a la hora de hacer los agujeros que sujetan el puente, hice los 6 que corresponden. Luego recordé que en mis partscaster terminé dejando el vibrato sujeto solo con 4, como Andy Timmons en su Ibanez AT-1, con lo que, aparentemente, ganó en estabilidad. Así que aquí decidí instalarlo también de esa manera.

El mástil

Para el mástil quería una combinación clásica. No me gustan los mástiles ojo de pájaro ni esas maderas tan rococós que se ven a veces por ahí. De hecho, esa fue una de las cosas que menos me gustaban de este guitarrón que en su día tuve.

Arce normal y palorrosa normal, sin florituras. Combinación ganadora. Si bien, para las Teles y Stratos de corte más clásico me encantan los mástiles de una sola pieza de arce porque creo que les aporta un brillo y una definición clave, el diapasón de palorrosa aporta una calidez que encaja maravillosamente bien cuando usamos humbuckers.

Como ya os conté en este artículo cómo hacer un mástil, tampoco voy a estar repitiéndome, así que os hago un breve resumen.

La idea era un mástil con perfil C, no demasiado grueso. Lo justo para que te llene la mano, pero que fuese cómodo al solear. El radio de diapasón lo dejé en 12”, ya que me parece una medida óptima para un mástil que sea rápido y cómodo a la hora de hacer acordes. Que resulte moderno pero familiar al mismo tiempo. Sobre los trastes, tenían que ser jumbo para aumentar el sustain y que el tacto fuera mantequilla. Vamos con ello, aunque sea burdo.

 

Y, como diría Christian de Bricomanía, ya tendríamos listo nuestro jardín versallesco estilo Luís XVI 😉

Tinte y barnizado

Además de instrumentos hechos con maderas recicladas y antiguas de verdad, quiero que otra de mis señas de identidad sea el barnizado con goma laca. Acabado natural y 0% tóxico como ya os expliqué en este otro artículo.

Ya me he encontrado en más de una ocasión con que algunas cosas que en mi tierna juventud aborrecía, ahora adoro. Siempre había odiado las Telecaster o las guitarras de color negro o sunburst. Hay quien dice que esto es cosa de la edad. A mí me parece espantoso dar por bueno ese comentario, ya que es echarte de golpe un montón de años encima… Es la clase de comentario que mi abuelo, con 93 añazos y un espíritu más joven que el de la mayoría de treintañeros que conozco, jamás haría. Yo prefiero pensar que en su día no había descubierto esas cosas en toda su dimensión. Como los pimientos o la lombarda.

Bueno, centrémonos. El caso es que, a la hora de decidir el acabado de esta guitarra, tuve algunas dudas entre blanco, negro o sunburst. Al final acabó ganando este último pero porque también le tenía ganas desde hace tiempo a probar a hacer un degradado a muñequilla. Me va la marcha, ya sabéis. Pues oye, el resultado no pudo ser mejor.

Usé tres tintes diferentes: amarillo, marrón y negro.

Hice una primera prueba en un recorte, para ver la reacción de la madera y los tonos. Se acabó pareciendo más a un torrezno gigante, pero me dio bastantes pistas. Ahí va también un buen dedazo, por cierto

Comencé con una base amarilla, pasé a hacer un marco marrón y terminé con los bordes negros. No tengo casi fotos del proceso, pero os diré que al principio parece un desastre, pero cuando consigues que los colores se fundan entre sí, es mágico.

Una de las cosas que tenía en mente al hacer este acabado era conseguir ese tipo de sunburst que hoy en día presentan esos instrumentos fabricados en Japón o Europa en los 60 y 70. Ese rollo entre cutre, y antiguo y desgastado a la vez. Me encantan.

El degradado especial ya lo teníamos. La goma laca se iba a encargar de rematar ese rollo de barniz antiguo. Para ello, el plan, era no ser demasiado exigente en el acabado y, sobre todo, en el brillo. Que diese el aspecto de una guitarra con experiencia a sus espaldas. Como hicimos con la Doppelgänger #5, un aspecto ligeramente relic que encajase con la edad de sus maderas.

strato sunburst gomalaca
gomalaca sunburst strato

Es impresionante la vida que cobra todo al aplicarle el barniz.

Electrónica

Construir una guitarra que sea tan clásica como moderna exige hacer un ejercicio de reflexión. Si bien hasta ahora hemos valorado los aspectos de comodidad a la hora de tocar, que faciliten técnicas modernas, pero que siga conservando el regustillo de guitarra sólida a la que poder aporrear con fuerza cuando sea necesario, también tenemos la otra parte: la flexibilidad tonal.

Estamos hablando de una Stratocaster. No hay ningún tono comparable al de su pastilla de mástil. Por tanto, esta pastilla debía estar ahí, sin sucedáneos.

Si hace unas líneas os hablaba de cosas que hace años aborrecía y ahora adoro, debo incluir en esa lista también a la pastilla del medio de una Strato. La he redescubierto hace poco y la uso más que nunca. No me preguntéis por qué. Hay quien bebe suavizante de la lavadora, quien come cristales, y a quienes nos mola esta pastilla. De todo tiene que haber en este mundo. Así que esta tenía que estar también.

Y llegamos a la gran sorpresa. Me encanta el sonido afilado de las single coil del puente de las Stratos, pero aquí, para aportar de nuevo el toque moderno, tenía que ceder. La pastilla de puente tenía que ser una humbucker, claro. Qué original, ¿eh? En mi defensa diré que la elección fue un poco más compleja. Veréis, algo que nunca he entendido, desde el punto de vista de construir un instrumento equilibrado, son esas guitarras HSS cuya humbucker está a un nivel de salida descomunalmente alto respecto de las single coil. Me parecen instrumentos muy poco usables. Mi idea, en cuestión de tonos, era hacer una Strato que sonase lo más clásica posible. Que Jimi pudiese cogerla y que no notase nada raro. Pero que cuando necesitásemos algo más de potencia, que no fuera algo desbocado, sino coherente en cuestión de nivel de salida. Misma fuerza, pero más grande.

Las pastillas

Las humbucker y las single coil no son comparables a nivel de salida por su propia arquitectura. Así que tenía que elegir cuidadosamente cada una. La única humbucker que he conservado al paso de los años, y que me encanta por su tono claro, nada opaco, es la Dimarzio Air Classic. Una pastilla tipo PAF de baja salida y que además suena genial en modo paralelo. Esta opción me permitiría emular una especie de single coil con esteroides cuando quisiese esos tonos más clásicos.

Sobre las single de las posiciones de mástil y medio, estuve dándole vueltas bastante tiempo. En su día tuve muy buenas experiencias con las Dimarzio Area 61, pero quería tener el tono de Stratocaster más auténtico posible. Así que fui a por unas viejas conocidas como las Dimarzio True Velvet.

El mini switch

Para acceder al serie paralelo de la humbucker no quería el clásico push pull. Me horroriza. Lo he tenido en otras guitarras y, francamente, no puedo con él. Tener un potenciómetro que de repente sobresalga tanto es algo que no me gusta nada. Así que opté por otra solución más discreta y cómoda: un switch al estilo de la Black Strat de David Gilmour.

Para ello usé un mini Switch de 6 polos, una placa de sujeción que hice a mano, además de practicarle el orificio correspondiente al golpeador.

Así, disponemos de los 5 sonidos “clásicos” de Stratocaster más otros 2 extra: humbucker y humbucker + SC del medio. En total 7 sonidos.

Montándolo todo

Por fin podemos poner todas las piezas juntas que son:

-Cuerpo de álamo centenario de 3 piezas HSS acabado en sunburst y goma laca.

-Mástil de arce y diapasón de palorrosa son 21 trastes jumbo, radio 12”, perfil C y alma de doble acción, acabado en goma laca.

-Clavijas de afinación Gotoh tipo Kluson-

-Cejuela de hueso tallada a mano.

-Puente vibrato vintage Gotoh con tone block de acero.

-Pastillas Dimarzio Air Classic y True Velvet.

-Electrónica CTS, CRL, Switchcraft, Orange Drop, y cableado vintage.

Además, le hemos aplicado un ligero relic y pátina, especialmente al hardware para quitarle ese brillo de nuevo.

El resultado final

Pues aquí os dejo otro chorro de fotos para que juzguéis el resultado por vosotros mismos.

Conclusión

No se puede escapar al pasado, aunque a veces consigamos darle esquinazo. Muchas veces hay que detener la huida, darse la vuelta, mirarlo a los ojos y construir la guitarra que hubieses matado por tener décadas antes. Solo porque ahora eres tan chulo que tienes la habilidad y las herramientas para crearla. Y con esta castaña de reflexión sin moraleja me despido hasta la próxima Doppelgänger… ¿Qué será?

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